La fotografía es un arte. Es un modo de captar realidad visual. Con cada foto tomamos un fragmento de la vida y lo inmortalizamos buscando siempre la manera de captarlo de la forma más bella posible.
Sorprende como algo corriente o cotidiano puede llegar a ser algo fascinante dependiendo del punto de vista del fotógrafo. Se puede plasmar mucha belleza en una foto tomada en el momento adecuado, con la luz adecuada, la cámara y objetivo adecuados…
Cuando en la gastronomía se trata de plasmar esta belleza a través de una fotografía es mucho más complejo, ya que se intenta hacer reaccionar nuestras glándulas salivares con una sola imagen, no es simplemente observar algo perfecto y bonito sino que ha de hacer rugir nuestro estómago. Y ¿cómo conseguir eso sin que intervengan más sentidos como el olfato y el gusto?
Es muy sencillo. Como si se trataran de auténticas top models los alimentos son sometidos a trucos, retoques y maquillajes. Todas las fotos que vemos en libros, revistas, catálogos, recetarios o menús muestran un colorido y una apetitosidad extremos, fruto de las habilidades de maquilladores que consiguen equilibrios entre texturas y colores.
Sino ¿cómo seria posible fotografiar un helado en su punto justo de cremosidad cuando tienes tres potentes focos encima de él desprendiendo calor hasta que encuentras el punto justo de luz para que la fotografía quede perfecta?
Aunque hoy en día se hace casi todo con Photoshop, todavía se siguen utilizando algunas técnicas que permiten realzar los alimentos engañando al ojo humano. Contestando la pregunta antes formulada les diré que se puede hacer un helado estupendo ( a la vista y no al paladar…) con puré de patata y colorantes. Es mucho más moldeable y no se derrite con los focos.
Los helados de hielo, más comúnmente llamados “polos” se pueden hacer de cera, así que cuando vean a algún simpático niño por la televisión chupando un sabroso y refrescante polo con cara de decir: -mmmmmm ¡¡que bueno!! Seguramente su experiencia real sea:
Uuuuuffffff si es un círio!
Con las frutas y las hortalizas también se puede realzar su belleza natural de forma artificial. Desde untarlas con cerveza para potenciar su brillo o usar vinagre, aunque el olor en el estudio puede llegar a ser insoportable, rociarlas con agua pulverizada para que queden aquellas gotitas tan simpáticas que nos hacen soñar que el producto es fresco fresco aunque lleve 3 meses en una cámara frigorífica…
Podemos pintar un pollo crudo con café y parecerá que está horneado y a punto para hincarle el diente.
El “estilismo” gastronómico es un oficio muy antiguo que se está empezando a perder a causa de las nuevas tecnologías. Pero lo que si tenemos que reconocer es que es todo un arte plasmar tanta belleza en una imagen con o sin trucos. Y se que muchos de ustedes ya no se miraran las fotografías de las revistas, recetarios o catálogos con tanta ligereza como antes, sino que intentarán descubrir el truco que esconde esa berenjena tan turgente y apetitosa o ese helado con sirope y fresas tan suculento.
Por Cristina Pérez