La oferta del restaurante destaca de forma clara por encima de la media de Lisboa tanto por su calidad en los platos como por el espectacular diseño de la mano de nombres como M. José Salavisa o la influencia de Frank LLoyd Right.
Una visita a Lisboa para un amante de la mesa será una buena experiencia. Si no se es muy exigente los destinos no excesivamente turísticos, más con la humildad – cuidado, no de carácter – de los menos ricos, suelen tener una oferta gastronómica de nivel medio sin mucho riesgo pero tampoco sorpresa.
No obstante existen establecimientos, como éste que nos ocupa, que están por encima de la media no solo del destino sino del conjunto global de oferta gastrómica en general.
El Restaurante Kais se encuentra en un antiguo almacén del siglo XIX, que por su ubicación al lado del río Tajo fue utilizado para generar energía para los tranvías portugueses que siguen funcionando en nuestros días.
Su restauración y decoración lo convierten en uno de los espacios más espectaculares que uno puede visitar hoy en día. Hay que alabar el trabajo hecho: en poco sitios disfrutaremos de un espacio con incontables mesas, techos altos, protagonismo del metal, recreación del período industrial y iluminación con colores fríos… pero a la vez un ambiente acogedor, sosegado, elegante, moderno y con destacada presencia de materiales naturales (madera, hierro o agua; mucha agua). En su web afirman “uno de los restaurante más bonitos que jamás van a ver” y coincidimos si cambiamos la palabra “bonitos” por espectacular, mejor decorado, acertado o cualquier sinónimo.
El diseño en sí y la decoración
Se deben a un famosa decoradora de interiores portuguesa, Maria José Salavisa, que respeta las raíces industriales de la bodega. María José Salavisa cree que la época industrial fue un período a reverenciar. Se refleja en el edificio la teoría del Arquitecto Otto Wagner, quien dijo que: «la propia estructura y los materiales utilizados para construir el edificio debe ser visible», por esta razón, los elementos de la estructura y de la antigua fábrica están a la vista.
La inspiración se obtiene de Frank Lloyd Wright que creó una atmósfera “industrial chic”, así como la coreografía de cientos de velas y el ambiente cálido. El agua que fluye por la fuente en nuestro lago, sugiere una conexión con el mar, las amplias ventanas se abren al cielo. Todo ello transforma la inmensa sala en un ambiente íntimo y acogedor. Podemos afirmar que las imágenes que acompañan a esta ficha no hacen justicia, en absoluto, a un diseño de interiores que hay que ver obligadamente si visitamos Lisboa.
¿Y la carta?
Una selección de los platos tradicionales, sin una alta elaboración pero sí con materias primas de alta calidad y un trato franco y delicado. Gran presencia de Carnes y pescados sin llegar sorprender por su innovación pero sí por su calidad. El número de vinos es suficiente para satisfacer nuestra visita y con una presencia obligada de los caldos portugueses que conviene probar.
El servicio discreto, profesional, lo hacen el entorno ideal tanto para una cena íntima, como para una despedida de curso (como encontramos sin que nos molestaran en absoluto). El precio estará por encima de la media portuguesa (el taxista no nos quería llevar porque “muito caro”) pero el coste está muy cercano a una cuenta de una comida media (ni mucho menos alta cocina) aquí en las grandes ciudades del resto de la península.